¿Es incompatible tener un proyecto deportivo y unas metas deportivas ambiciosas con un proyecto académico o profesional serio? A muchos padres preocupados por el futuro de sus hijos les surge esta pregunta. Y con razón. Y, sin embargo, vemos regularmente en los medios de comunicación a deportistas de alto nivel que tienen éxito en sus estudios. Les admiramos y pensamos que se trata de personas excepcionales que triunfan en todo lo que hacen. Pero, ¿puede su personalidad explicar por sí sola este doble éxito? ¿Tener un proyecto deportivo puede haber contribuido a su éxito académico?
¿Qué es un proyecto deportivo?
Todos los deportistas tienen buenas razones para practicar deporte: salud, estética, rendimiento, placer o relación social. Pero no todos tienen un objetivo o un proyecto deportivo. ¿Qué es un objetivo deportivo?
Según su etimología, objetivo viene del latín Ob (antes) – Jacere (lanzar). Originalmente, un objetivo es lo que se lanza delante de uno. El objetivo es, por tanto, lo que queremos conseguir y lo que nos hemos propuesto previamente.
Un objetivo deportivo no es sólo un sueño. Puedes soñar con ser campeón olímpico de los 100 metros lisos o ganar el Tour de Francia sin entrenarte nunca para ello ni intentar conseguirlo. El sueño está ahí, pero no pones nada en marcha para conseguirlo porque no hay un proyecto real. El sueño es una manifestación del deseo y probablemente sea el punto de partida de muchas ambiciones y muchos éxitos, pero no basta. Para realizar nuestras ambiciones, necesitamos definir nuestro objetivo y tener un plan. En términos deportivos, para tener éxito, este objetivo debe ser al menos realista, es decir, en relación con los resultados que ya hemos obtenido. Un día, un joven atleta vino a verme y me dijo: quiero correr más rápido que Usain Bolt, aunque nunca había participado en una competición de atletismo. Era un soñador…. Eso no significa que te falte ambición. Cuando te fijas un objetivo, siempre va más allá de lo que ya has hecho, pero no es ajeno a lo que ya has hecho. Le dije a este joven que su primer objetivo debería ser prepararse para una primera competición para averiguar cuál es su talento y si tiene sentido fijarse ese objetivo.
Fijarse un objetivo serio no es lo mismo que darse los medios para conseguirlo. Todo objetivo implica un proyecto. Un deportista que aspira a un determinado nivel de rendimiento debe, en colaboración con su entrenador, definir el número de sesiones por semana, planificar las etapas de progreso y organizar su tiempo para poder llevar a cabo este programa. También debe poner en marcha un programa de nutrición que le permita rendir. Deben cuidar su equilibrio psicoafectivo y ponerse en el estado de ánimo psicológico para rendir, porque el aspecto mental será una parte no desdeñable de su éxito. En otras palabras, tener un objetivo deportivo serio significa ser consciente de todos los recursos y esfuerzos necesarios. Por supuesto, o por desgracia, no por ser valientes, rigurosos y planificarlo todo el éxito está garantizado. El fracaso siempre es una posibilidad. Pero lejos de ser un castigo humillante, son nuestra mejor forma de aprender. Aprendemos más de nuestros fracasos que de nuestros éxitos. Tras un fracaso, o más bien una reflexión sobre el fracaso, podemos saber qué hay que rectificar o mejorar y alcanzar nuestro objetivo más adelante. También podemos saber, tras un fracaso, que el objetivo no se adaptaba a nosotros, que este proyecto no nos corresponde y que debemos cambiar de objetivo.
El deporte, una escuela para la vida
Se puede establecer un paralelismo entre un proyecto deportivo y otros proyectos de vida: profesionales, familiares u otros. En todos los casos, se trata de poner medios, elaborar un plan y organizar el tiempo. Ya se trate del deporte, de las finanzas o de la creación de una empresa, para alcanzar un objetivo siempre hay que poner en marcha todo lo necesario para hacerlo realidad, de lo contrario todo se queda en un sueño. Desde este punto de vista, el deporte es una excelente escuela para la vida. Cuando, en el transcurso de nuestras actividades deportivas, nos vemos abocados a elaborar un plan serio y a fijarnos objetivos, aprendemos a conseguir lo que queremos, y ciertas actitudes también serán aplicables en otros ámbitos de la vida. Aprendemos que nada se consigue sin esfuerzo y tenacidad, y aprendemos a no rendirnos tras el fracaso.
A veces oímos a padres de jóvenes deportistas o a profesores pedir a sus hijos o alumnos que abandonen el deporte o que lo practiquen sólo como hobby para poder concentrarse en los estudios. Aparte del desequilibrio psicológico que puede provocar dejar de hacer deporte, esta petición pasa por alto la contribución que el deporte, sobre todo el de competición, puede aportar a los estudios. Aprender a tener éxito en tu proyecto deportivo es también aprender a tener éxito en cualquier otro proyecto, en particular en un proyecto escolar. Cuando sabes organizar tu entrenamiento, sabes organizar tu aprendizaje. Cuando sabes gestionar el estrés de una competición, sabes gestionar el estrés de un examen. El deporte exige a menudo que aprendas a confiar en ti mismo y a conocerte. Este aprendizaje puede ser decisivo para el éxito en la escuela y luego en el trabajo. Por supuesto, esto no significa que el compromiso con el deporte sea suficiente para tener éxito en la escuela. Los deportistas deben ser conscientes de este paralelismo. Deben ser capaces de proyectarse, tanto social como deportivamente. Y es función del educador deportivo sensibilizar sobre este punto: mostrar a sus jóvenes deportistas la necesidad de preparar al mismo tiempo una carrera deportiva y una carrera social. A los educadores deportivos les interesa insistir en este punto, no sólo porque puede tranquilizar a los padres sobre la cuestión escolar, sino también porque si el deporte puede ayudar al éxito académico, lo contrario también es cierto. El proyecto escolar puede ayudar al éxito deportivo.
¿Y si un proyecto escolar puede ayudar al éxito deportivo?
Para empezar, tener un doble proyecto, deportivo y académico o profesional, significa tener la garantía de que si el primero no funciona o si te lesionas, no te quedarás sin nada socialmente. En muchos deportes no profesionales, es una necesidad absoluta contemplar esta posibilidad.
Pero el proyecto académico o profesional puede tener otro interés para el deportista. En las competiciones, hay menos presión para triunfar si toda tu vida no depende del resultado. Un atleta que tiene otros proyectos en la vida además del deporte estará menos presionado antes de la competición y tendrá tanto más éxito. Imagínate el estrés de alguien que está empezando, que sabe que perderá a sus patrocinadores si fracasa y que no tiene más planes en la vida que ascender gracias a su deporte… En general, tener varios planes y objetivos en la vida es un factor de estabilidad psicológica. Porque si un proyecto fracasa, tu vida entera no se viene abajo. Tienes los medios para volver a ponerte en pie más rápidamente y concentrarte y construir sobre otra cosa. Por supuesto, la contribución del proyecto escolar al proyecto deportivo depende de la compatibilidad de los horarios. El horario escolar tiene que ser compatible con las sesiones de entrenamiento. Pero es notable que hoy en Francia se creen cada vez más estructuras para hacer posible esta compatibilidad. Los acuerdos entre clubes e institutos de formación lo hacen posible y son muy beneficiosos. Cada vez estamos más dispuestos a adaptar el horario de los deportistas de alto nivel en la enseñanza secundaria y superior.
Los proyectos deportivos y académicos o profesionales no sólo no son incompatibles, sino que se complementan tan bien que se benefician mutuamente. Por el bien de su éxito deportivo y de su futuro social, los deportistas tienen interés en seguir un doble proyecto. No faltan ejemplos de deportistas que han tenido éxito en ambos aspectos. Probablemente no sea casualidad que Stéphane Diagana estudiara empresariales, que Gilles Quénéhervé (subcampeón del mundo de 200 metros) se convirtiera en prefecto y que Serena Williams, Maria Sharapova y Michael Jordan sean empresarios de éxito.